EL ABOGADO Y LA LITERATURA. (Anexo) Scott Turow y la presunción de Inocencia.

SCOTT TUROW


-          - Perdone, señor. El de la primera fila ¿cómo se llama?
-          - Mahalovich.
-        -   Señor Mahalovich, ¿cometió el señor Sabich el crimen que se le imputa?

             Mahalovich, un recio hombre de mediana edad que tiene el periódico doblado sobre su regazo, se encoge de hombros.
-       -  No lo sé, señoría.

-                                    Señor Mahalovich, vamos a prescindir de sus servicios. Señoras y señores, déjenme recordarles una vez más lo que deben ustedes suponer. El señor Sabich es inocente. Yo soy el magistrado y les digo que es eso lo que deben de pensar. Asuman el hecho de que es inocente. Al sentarse en la tribuna quiero que lo miren y se digan a sí mismos: <<Ahí está sentado un hombre inocente>>.

Continúa haciendo ejercicios similares explicando la misión del ministerio fiscal, que consiste en probar la culpabilidad más allá de cualquier duda razonable, y el derecho del acusado a permanecer en silencio. Se dirige a una señora delgada de pelo gris, vestida con un traje camisero, que está sentada en el asiento contiguo al que Mahalovich ocupaba hasta hace un momento:

-   -  Y dígame, ¿no sería lógico pensar que una persona que realmente es inocente debería levantarse y decirles: <<Eso de que me acusan no es cierto>>?

La señora está desconcertada. Ha visto lo que le pasó a Mahalovich, pero a un juez no se le miente. Se toca el cuero del vestido antes de responder.

-          - Yo creo que sí – confiesa.
-     - Por supuesto que sí. Y ustedes deben suponer que el señor Sabich piensa lo mismo, puesto que estamos presumiendo su inocencia. Pero no debe de hacerlo. Porque así lo dice expresamente la Constitución de los Estados Unidos. y esto significa que ustedes, como miembros del jurado de este caso, deben prometer tener presente este pensamiento. Porque el señor Sabich y su abogado el señor Stern pueden haber decidido acogerse a este derecho constitucional. Los que escribieron la Constitución dijeron: Dios le bendiga señor Sabich, nada tiene que explicar. El ministerio fiscal debe probar su culpabilidad. Usted no tiene que decir nada, si no quiere. Pues bien, el señor Sabich no podrá recibir esa bendición si alguno de ustedes persiste en creer que, de todas formas, el señor Sabich tendría que explicarse. (p. 227 y 228).

-  He reflexionado sobre este caso con cuidado durante las últimas veinticuatro horas. Éste es el momento en que, normalmente, los abogados defensores elevan una moción solicitando que se considere la posibilidad de una absolución. En la mayoría de los casos, el juez deja que la vista continúe, pues ha encontrado suficientes indicios a lo largo del proceso como para pensar que un jurado razonable pudiera encontrar culpable al acusado. Creo que en todos los casos sería de justicia el que los hubiera. Ningún hombre debería ser conducido ante un tribunal sin las pruebas suficientes que permitan concluir a un grupo de personas honradas que es culpable, más allá de toda duda razonable. La justicia lo requiere y creo que en este caso no se ha hecho justicia. Comprendo que los fiscales tuvieran sospechas. Anteayer no estoy tan seguro de que los haya. Pero no puedo permitir que ustedes deliberen sobre unos indicios como los aquí presentados, tan inadecuados. Sería injusto con ustedes y más importante aún, con el señor Sabich. Nadie debería sufrir un proceso con pruebas como éstas. No me cabe la menor duda de que su veredicto sería unánime y exculpatorio. El señor Sabich no debe de vivir con el fantasma de la duda ni un segundo más. No se han probado los motivos, ni hay indicios concretos… (p. 358).

 Nota: El resaltado es mío. 


TUROW, Scott. Presunto Inocente. RBA editores. España, 1987, 414 p.

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